8 de noviembre de 2011

verdades a voces


abstraída en este repentino equilibrio que mi universo parece alcanzar. rito cotidiano carente de malicia o intención turbia y desatada. costumbre impuesta a perturbaciones cíclicas vitales, alteraciones esporádicas de personalidad, inconformismos gratuitos. ya no se manifiestan dichas argucias. mi intelecto ha cesado en su lucha contra mi pluriactitud desaforada. todo el desequilibrio que me caracteriza, que me inspira, que inunda mis párpados y humedece mis mejillas, que me hace sentir viva e indignada. se ha esfumado. 
qué hacer ahora con este inherente inconformismo que me grita desde lo más profundo que necesito un traspiés, una desgracia, un vuelco de espíritu y estadio. que necesito algo que me recuerde que sigo viva y luchando contra mi misma. yo misma contra el resto del mundo. que soy un todo polivalente.

y bien, me dispongo a abrir la caja de Pandora una vez más, sin preaviso pero en plena deliberación, y esta vez no me veré colapsada por el miedo, inmersa en burdas creencias paganas. 
por una vez abriré el ánfora que contiene todas nuestras banalidades desde la perspectiva de la contribución social. ya no por propia desesperación, sino por la necesidad de desentrañar los más oscuros secretos del inconformismo característico de la raza humana. las razones por las cuales no nos hace felices todo aquello que deseamos sino aquello que podemos llegar a valorar desde la perspectiva de la etérea dicha dominante.
por una vez no me veo en la necesidad de desahogar mi angustia en un mal mayor. egoísmos mundanos aparte.
lo único que necesito es comprender por qué, en este mismo instante de mi vida, rodeada de todo de lo que llevo una larga temporada disfrutando, me encuentro bien, estoy agusto, me defino en el rumbo adecuado, concilio el sueño  habitualmente, soy feliz. Por qué ahora. por qué no hace un año cuando estaba exactamente en el mismo punto. por qué no podemos ser felices cuando nos lo proponemos sino cuando nuestras propias hormonas así lo deciden. por qué no puedo garantizar que, ceteris paribus, mi felicidad no se esfumará como el humo de un cigarrillo de entre los labios de aquel que deja de fumar en unas semanas.
por qué la felicidad no es una elección propia sino implícita. por qué la realidad me azota en los momentos de mayor plenitud, colocándome al borde del abismo de la autosuperación y la desdicha.

porque lo único coherente que alcanzo a interpretar de todo esto, es que los humanos somos profundamente gilipollas.



1 comentario:

Bellota dijo...

Pues si, pero puestos a ser gilipollas, prefiero ser una completa gilipollas. Los términos medios no me van.

Besazos!

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