2 de noviembre de 2011

carne trémula viviente

Hoy me pregunto cuántas vidas nos quedan por delante. Cuántas vidas se necesitan para conseguir acceder a la claridad del equilibrio dinámico existencial. Cuántas veces hemos de descender rodando por la montaña de nuestras debilidades y carencias, cuántas hemos de intentar detener la hemorragia de nuestras heridas cambiantes. Cuántas hemos de caer rendidos ante nuestro propio remordimiento, cobijados por el calor de nuestra soledad, para comprender que "no hay nada más que nada, más allá de todo" lo que podemos desear.
Aún hoy me pregunto cuándo empezaremos a comprender que la fugacidad de nuestros días motiva la intensidad de nuestras creencias. Cuándo intentaremos dejar de potenciar la longevidad de algo que surgió para ser etéreo y circunstancial, para no ser más importante que cualquier otro miembro del mismo conjunto equivalente. La relatividad de nuestra mente nos traiciona, nos vuelve infelices y nos da razones para idear universos paralelos donde no se sufre y el alcohol nunca se acaba. Condiciones infrahumanas para carne trémula viviente. Ilógicas resoluciones disfrazadas de teorías relevantes. Me pregunto cuántas más generaciones de ingenuos crédulos han de suceder para dar con la solución a la eterna duda de la humanidad, sobre quién demonios somos, y por qué nos creemos tan importantes como para hacer lo que nos de la gana con todo lo que encontramos a nuestro paso.
Hoy me pregunto, cuándo nos daremos cuenta de que la vida es demasiado corta como para sumirnos en desdichas desafortunadas, y demasiado dura como para hacerle la existencia más difícil a cualquier otro.


2 comentarios:

Carlos Ortega dijo...

Dice un amigo mío: "¡Me pides cosas lamicas!" Refiriéndose a que sólo los Lamas lo pueden hacer. Y ahora, leyendo tu post, pensaba en la posibilidad de llevar a cabo cabalmente todo lo que escribes. No sé, es idealmente correcto, pero no sé si la condición de "seres humanos" permita o se lleve bien siquiera con todo lo que planteas. Suena bien, lo comparto, y de verdad quisiera poder hacerlo... ¿se podrá?

Carlos Ortega dijo...

Así es, sin duda. Y sí, qué menos que teorizar ese mundo justo. Llamarle "loco" a un sueño es no conocer los sueños, no saber nada de ellos. Eso no nos lo pueden quitar. Y en cada ejercicio teórico, cuando es honesto, siempre se queda algo, aunque sea un poco, de práctica... ¿no?

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