7 de noviembre de 2011

Asunción

Quisiera no pensar que ya olvidé la causalidad de mi vehemencia, largo encadenamiento de un suplicio incoherente y desaforado. Un ímpetu expuesto a efectos incandescentes que no me veo en condiciones de asumir. He de creer que mis actos ya se desprendieron de mi cordura, de mi lógica inquieta y dominante. Que un pequeño germen madura en mi interior adulterando los resultados cohibidos de un alma impura.
Pero para sernos francos, conozco mi modus operandi, un know-how no digno de mención intergeneracional, así que no fantasearé con la superación de algo de lo que no puedo desprenderme y que me pertenece, para bien o para mal. El único acierto que alcanzo a arraigar en mis entrañas, es aquel de haberme sabido rodear de entes antiadherentes que asumen un fracaso como bache anticipado y no se dejan arrastrar por la fugacidad de una noche turbia y desenfocada. 


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