9 de agosto de 2011

el infinito abarca todo




aquella mañana desperté con el sonido del romper de las olas. el mar amaneció calmo y luminoso, cubierto por una capa de destellos mineralizados. arena enredada entre los dedos. sal en las costillas. sudor frío recorriendo la columna. 
quise entender cómo llegué a la costa. en qué momento caí rendida al suplicio nocturno y me sumí en ese sueño inquieto de tempestades trasatlánticas. quise correr hacia la profundidad de la marea y de mis dudas.
volteé la mirada. hacia el mar. hacia tierra firme. a ambos costados. 
no encontré presencia alguna que perturbara mis sentidos. 
me arrastré entre suspiros a la orilla, y como hechizada por un cantar hipnótico, introduje mis dedos en el agua temprana. más tarde mis rodillas. 
cuando quise darme cuenta, aparecí flotando en puro azul aguamarina. 
enjugando mi sudor y mis preguntas. agotando mi calor.

aquella mañana, desperté por segunda vez entre sábanas frías y un ukelele en mis oídos.
paralizada por el blanco y el olor a arena húmeda que me rodeaba.
aquella mañana entendí que hace ya algún tiempo que mi subconsciente abandonó la tierra firme para sumergirse en la inestabilidad marina. en un rumbo acuático. paradero submarino. 
en una vida incierta que limita su predictibilidad.
donde el único punto de referencia se ciñe a esa luz idílica que aparece en el horizonte en las noches más turbias, en los días menos claros.
un camino que abarca la inmensidad del infinito. cuyo abanico de posibilidades pulveriza las puertas y ventanas, y como una explosión de potencialidad, arrasa con cualquier obstáculo.
el todo por la opción.
y ningún punto fijo al que agarrarse.

1 comentario:

.A dijo...

y ningun punto fijo al que agarrarse..
ahora sólo queda caer..

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