ella tenía cojones. y no, no me refiero a que fuera un tío con melena.
me refiero a sus agallas, a su fortaleza, a su valor.
no había problema que se le resistiera. no había obstáculo que la parara.
me fascinaba el modo en que se levantaba, sonriente, sin un solo signo de cansancio, y, preparando café, empezaba a gritar lo genial que iba a ser ese día. jamás la vi pararse a pensar acerca de nada por más de dos minutos, nada merecía la pena más que disfrutar, más que ser feliz.
los impedimentos se borraron de su vocabulario, como letras sacadas de un acertijo, no había pasado, no había futuro, y hablar con ella era como trasladarse a un universo paralelo, sin pesimismo, sin cansancio, sin tristeza, sin demasiados pensamientos.
habría seguido así, siendo una salvaje sin constancia del mundo, de no haber sido por aquel día. aquella tarde de marzo, aquel lunes grisáceo, aquel holocausto de la despreocupación, aquel momento en que él se plantó frente a sus ojos y le dijo "ya estoy de vuelta".
3 comentarios:
Hacía mucho que no me dejaba caer por aquí. (se echaba de menos leerte)
Las tías con cojones
me encantan, tienen ese algo que me pierde.
Crêpes
rellenos de
Nutella.
Y ella no se lo esperaba.
Desde ese momento todo cambió.
conozco a esa tia, y si que los tiene si, un par bien grande ;)
y mira que es dificil a veces..
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