Escuece como el agua salada al contacto con las yagas.
Pica como los mosquitos más dañinos de las noches de verano.
Pesa como estos años que voy echándome a la espalda.
Intriga, apena, irrita.
Duele.
Me desborda, me supera, me saca de mis casillas.
A veces tranquiliza, a veces altera.
Y otras veces, solo unas pocas, me hace llorar.
Es la distancia, y con ella sus 8735 kilómetros sin ti.
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