Las notas del acordeón llegan a mis oídos desde lejos, pero ni siquiera puedo prestarles atención, con lo que me embelesan.
En su lugar, mirada fija, sostengo esta taza de té que pretende calmar mis nervios y mantenerme despierta.
En realidad esta taza no sabe que su propósito está básicamente avocado al fracaso.
Mis nervios son intemplables y mi estado de sonambulismo permanece encendido.
No hay nada que me apesumbre en exceso, y todo me apesumbra sobremanera, creando nudos tan pequeños en mi garganta que el efecto es similar.
Tampoco tengo ganas de llorar, los fracasos académicos se disuelven en papel y no hay nada que no solucione una sonrisa.
Quizás me falte esa sonrisa. En mi cara y en la de alguien a mi lado.
Si no caen, no son lágrimas. Así que seguiré lagrimando, pero sin derramar.
Seguiré mirando al infinito, evadiéndome de mis obligaciones, y pensando cómo van a salir las cosas, cosas que no puedo planear y necesito hacerlo, cosas que necesito que pasen y aún veo irreales.
Maldigo mi hipocresía al pretender la valentía en los demás, cuando no hay ente más cobarde que mi propia inseguridad, que mi propia indecisión.
Maldigo mis idílicas ambiciones que me crean expectativas, y acto seguido se sumergen en el calendario.
En su lugar, mirada fija, sostengo esta taza de té que pretende calmar mis nervios y mantenerme despierta.
En realidad esta taza no sabe que su propósito está básicamente avocado al fracaso.
Mis nervios son intemplables y mi estado de sonambulismo permanece encendido.
No hay nada que me apesumbre en exceso, y todo me apesumbra sobremanera, creando nudos tan pequeños en mi garganta que el efecto es similar.
Tampoco tengo ganas de llorar, los fracasos académicos se disuelven en papel y no hay nada que no solucione una sonrisa.
Quizás me falte esa sonrisa. En mi cara y en la de alguien a mi lado.
Si no caen, no son lágrimas. Así que seguiré lagrimando, pero sin derramar.
Seguiré mirando al infinito, evadiéndome de mis obligaciones, y pensando cómo van a salir las cosas, cosas que no puedo planear y necesito hacerlo, cosas que necesito que pasen y aún veo irreales.
Maldigo mi hipocresía al pretender la valentía en los demás, cuando no hay ente más cobarde que mi propia inseguridad, que mi propia indecisión.
Maldigo mis idílicas ambiciones que me crean expectativas, y acto seguido se sumergen en el calendario.
Porque crearon en mi una conciencia de posibilidades que ahora, ahora se tornan en cuasi inalcanzables.
Y lo cuasi inalcanzable precisa de valentía, esfuerzo, seguridad, positivismo y capacidad de decisión.
1 comentario:
No suelo yo meterme a esto, pero por casualidad he llegado al tuyo! No se si lo escribiras tú (que me da la sensacion de que si)o no, pero me encata lo que he leido, me siento muy identificada. Creo que es justo que lo diga!!! :)
Publicar un comentario