15 de enero de 2010

ella es la misteriosa chica gris

Pasa el rato mirando cómo el viento mueve la colada a través de la ventana.
Gasta algunos minutos leyendo el periódico mientras desayuna unas galletas mojadas en leche.
Se mira al espejo y sonríe, pero no de felicidad, se introduce el cepillo de dientes y empieza a frotar. Se pregunta por qué la gente se mirará al espejo para lavarse los dientes, si están cubiertos con tanta espuma que ni con lupa podríamos saber si algo nos dejamos. Escupe, se enjuaga y al incorporarse vuelve a mirarse. Deduce que la gente se mira porque le gusta verse. Ahora piensa en lo poco que ella se mira, y lo poco que se conoce por fuera. "Cualquier conductor de autobús reconocería mis rasgos mejor que yo misma". Y se viste.
Ahora camina, ni demasiado rápido ni demasiado lento. Lo hace a un ritmo constante que sacaría de quicio hasta a la persona más tolerante del universo. Pero ella sigue igual, caminando al ritmo de propia banda sonora. Imagina que cada una de las personas que observa por la calle está en su propia película, con su propia melodía ,y ese día vivirá cualquiera de las fascinantes aventuras que llenan las pantallas de Ciencia Ficción. Pero ella detesta la Ciencia Ficción por lo que camina al ritmo de unas notas dignas de una peli de Isabel Coixet, pausada, rítmica, y, por supuesto, la aventura que a ella le tocará aquel día no será menos mediocre que la del día anterior, ni más que la del siguiente.
No mira los escaparates, no mira las caras del resto de personas. Observa el desgaste de las líneas del suelo y se pregunta la de gente que habrá caminado sobre ellas para lograr borrarlas. Observa los chicles pegados, y realmente no entiende como a alguien puede gustarle tener un trozo de plástico entre los dientes.
Mete las manos en los bolsillos de su abrigo, rojo como los labios de las dependientas de una tienda de perfumes, y encuentra aquella nota.
Llevaba tres días, con sus noches incluidas, dándole vueltas a la dichosa notita y estaba desesperándose. Se preguntaba de quién sería, se preguntaba quién podría mostrar el mínimo interés por una insoportable y taciturna escéptica.
Se preguntaba, porque ella era así, y su universo paralelo estaba lleno de preguntas.
Pero lo que ella en realidad quería era dejar de preguntarse de una dichosa vez, subir la mirada, y sonreir con ganas mirándose al espejo.

[...]

3 comentarios:

p3dro dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
p3dro dijo...
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p3dro dijo...

la gente masca chicle para tirarlo al suelo y arreglar así las marcas que dejan los pasos de aquellos que andan fuerte en la vida.

a esto se le llama la obra clix.

también hay quien lo hace por adicción.

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