2 de mayo de 2013

Tabaco de liar.

Esta mañana me he despertado sobresaltada, como cada una de las mañanas de mis días desde hace cinco semanas. No logro dormir, se me acelera el pulso y me acurruco entre las sábanas apretando fuerte los párpados y la dentadura, intentando olvidarme de todo aquello que estaba y ya no está. Me refiero a mi inocencia, a mis ganas de comerme el mundo. Me refiero a ti por las mañanas, a ti por las tardes, a ti por las noches. Solía quedarme dormida de espaldas, esperando que te decidieras a acercarte de manera irracional y me abrazaras por un rato. Solía despertarme temprano, aunque me fallaran las fuerzas y se me cerraran los ojos, sólo para contemplar tu sueño un rato más, sólo para sentir que la noche no acababa, que te quedarías conmigo eternamente.

Ahora me levanto entre suspiros. No hay nada que decir. La soledad no es tan buena compañera de amaneceres como tus besos. Me siento en la cama por un rato, mirando a través de los cristales la lluvia de una ciudad que nunca me dio tregua. Ni siquiera pienso en nada concreto. Observo las gotas de lluvia aterrizando sobre mi ventana, preguntándome si nuestro amor aterrizó tan catastróficamente. Qué más da eso ahora. Ya no estás por las mañanas y no hay café en la cajonera. No hay besos que despierten mi sonrisa ni bromas sobre chinos en sandalias para desayunar,

Me calzo las botas y una cazadora y salgo a la calle. Aún con lágrimas estampadas en la cara y con un pelo que desvela que mi noche ha sido excesivamente inquieta. No importa. Bajo la mirada y guío mis pasos hacia la tienda de la esquina. La misma mujer hindú de todos los días me saluda de mala gana. Sé que no somos de mutuo agrado, pero aún así seguimos con ese molesto saludo cordial que alguna estúpida norma social ha establecido. Le pido tabaco de liar y un mechero. Se lo repito varias veces, me da el cambio y salgo de la tienda algo más desanimada. Vuelve a llover a raudales. Llueve como nunca y tú no estás ahí para rodear mis hombros por detrás y darme besos húmedos. 
Estoy sola en medio de una calle desierta, a las 7 y 35 de una mañana de Sábado, sabiendo que la siguiente semana no tendrá un mejor empezar. Sabiendo que volverás a faltar a medianoche, cuando los malos pesares me despierten y necesite un beso en la mejilla para volver a conciliar el sueño. Que no me invitarás a un café en la tienda de desayunos y haremos una carrera para conseguir el sofá de ante. Que no estarás ahí para liarte un cigarrillo mientras yo te pido que lo dejes. Qué más da eso ahora. Llego a casa y enciendo la radio. Ahora soy yo la que, desde hace cinco semanas, se lia un cigarrillo a trancas y se lo fuma mirando los paraguas que pasan por la calle. Y tú no estás ahí para decirme que lo deje.

1 comentario:

M dijo...

Muy buen blog, me encanta lo que escribes y tus fotos son geniales en serio! ya tienes una seguidora mas un besazo :)

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