12 de noviembre de 2010

para un sprint final

actualmente sigo la línea argumental de la monotonía. los insulsos días aceleran su paso por mi mente y no encuentro más motivos para despertar más allá de la pereza.
la pereza que me dan las cosas sin hacer, las cosas pendientes, las cosas perdidas.
durante muchos días, muchos años, muchas vidas, me he dedicado a dejar las cosas a medio.
me he dedicado a tener tiempo para las obligaciones.
me he dedicado a descuidar mis sueños y ambiciones.
debería superponer proyectos de calma a aceleraciones incontroladas de la personalidad, pero se me han escapado mis paliativos de hiperactividad.
esos paliativos que me acostaban los domingos por la mañana, que me levantaban los sábados por la noche, que me hacían reír y llorar hasta que se me acababan las miradas.
y digo se me han escapado, porque yo no los he tirado. puede que los haya desgastado, malutilizado o desparramado, pero nunca, en la vida, manifesté el menor amago de renunciabilidad.
y puede que este sea el aciago destino de una vida en calma, la normalidad, la repetición y el aburrimiento.
puede que tengamos que cansarnos de experimentar. puede.
puede, pero lo siento, querido destino. 
lo siento por ti, porque cuando alguien es consciente de la monotonía de su actualidad significa que aún no se ha acostumbrado a ella. significa que se encuentra en estado de alerta para voltear todo a su paso ante el menor imprevisto.
significa que me quedo aquí, y así, porque estoy tomando fuerzas para un cambio brutal y desenfrenado. el cambio que me va a llevar a echar de menos mi antigua vida de tranquilidad, y cuestionar la futura vida de desenfreno,
porque inevitablemente, todo se explica en base a repeticiones cíclicas, y gracias al karma, el hombre se mueve por su inconformismo exacerbado.

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