Creo que los centímetros que me faltan se han escapado con la voluntad de hacer algo que no sea buscarle las cosquillas al reloj. Los segundos y propósitos deben andar ya muy lejos, por allá por donde los Polos llegan a su fin y las puestas de sol no son efímeras. El dilema comienza al sentarme a esperar a que ese minutero se digne a devolverme las postales navideñas mientras unos tic-tac's en mi mandíbula emulan su onomatopeya, porque creo que el tiempo no vuelve, por más que le envíe señales de humo, y las señales, con todo, me roban algo más de él. Perversa cleptomania del Universo convencido en hacer que me retrase en descubrir que ya no hay solución para una escéptica que se conforma en esperar inerte, irracional, y a veces, hasta inmortal.
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