22 de enero de 2010

la conspiración de los gatos negros



A él le da un vuelco el corazón, “¿acaso eso era una mirada de –sígueme, tonto? O quizás pensaba ¿seguirá ese idiota con la vista sobre mi?” Sea como fuere, no le hacen falta tres guiños del destino para coger la bicicleta y abandonar a toda prisa el cruce de las constelaciones de chicles, no sin antes realizar una nueva contribución. Pedalea lo más rápido que le permite su ansia y gira, en la misma esquina de la calle de los relojes, pero una vez más la ha vuelto a perder.

No queriendo parecer un inútil, y contrariando sus propios deseos, sigue calle abajo con la vista fija en el manillar, pensando que definitivamente aquel no es su día, y que necesita más chicles y café para serenar su espíritu.



Ella respira desacompasadamente desde el portal nº 3, donde se detuvo tan pronto como giró la esquina y un gato negro la miró con ojos expectantes, como avisándole de que él iba a venir, que le hablaría del tiempo que lleva viéndola en este invierno de bufandas y narices rojas, y la invitaría a un café. Pero a ella no le gusta el café y decirle que no a un chico que escribe notas a desconocidas no era una idea que le agradara demasiado, así que decidió sentarse junto al gato previsor y hacer balance de lo listos que son los gatos y lo tonta que es ella por estar tan nerviosa. Lo vio girar la esquina, vio el brillo en sus ojos, y vio como pasaba de largo. “A lo mejor no me seguía” y “quizás los gatos no sean tan listos como nos hacen creer con sus miradas penetrantes y sus andares misteriosos”, piensa mientras acaricia las orejas del animal y se levanta de un salto.

Sigue su camino calle abajo cabizbaja, sigue observando las líneas del suelo. Piensa que quizás él se haya detenido en algún rincón, en alguna esquina, porque el primo hermano del minino negro sea tan listo o sarcástico como él y haya querido avisarle de que ella vendría. Porque puede que todos los gatos de la ciudad estén tramando un plan de reencuentros casuales y el objetivo del día sean ellos dos. Pero probablemente él no lea pensamientos en los ojos de los gatos, como ella, y no lo haya escuchado, o puede que las miradas de los gatos pasen desapercibidas a gente de veloces bicicletas. O simplemente puede que los gatos no tramen nada, y ella se esté volviendo un poquito más loca, pero al menos ahora tiene algo más en lo que pensar, aparte de las constelaciones de chicles y el movimiento de la ropa interior en el tendedero.



[…]

1 comentario:

Anónimo dijo...

esto ha sido lo que mas me ha gustado leer en todo el día,sólo hay problema,
me siento tan miserable.

all rights reserved