9 de enero de 2010

conformismo desganado


Es cuando el frío congela uno a uno los dedos de mis pies y me muerde la nariz. Es cuando me pregunto hacia dónde corro con tanta prisa, si de verdad merece la pena llegar o me apremian las ganas de un ambiente sobre cero. Cierro los ojos y cubro de aliento mis manos, agrietadas. Nunca me gustaron los abrigos, ni las botas, de hecho nunca compré nada relacionado con el combate al frío porque odio sentirme dependiente a ello. Y ahora que no siento más allá de mis calcetines pienso que quizás debí hacerlo. Quizás debí comprar en las rebajas de la personalidad unas katiuskas por la independencia, para no morir en el camino por el fin del trayecto. No disfruto la soledad, no tanto como la necesito. Me dí tanta prisa en llegar a este destino que ya no se si me he perdido amaneceres filosóficos de manos de místicos caballeros enfrascados, u otros cuantos debates mentales sobre mi presente, destino y porvenir. Ya no tengo la certeza de contar con todos mis estímulos, pues la actitud despreocupada de mi ex-laisser-faire me propició buenos best-sellers. Y ahora, resguardada, cola-cao en mano, sólo respiro. Respiro y pienso en el día en que este edificio se derrumbe, porque, nada es para siempre. Y sé que ese día volveré a pasar frío y seguiré sin orejeras. Y los caballeros místicos ya habrán dejado sus frascos por bellas pensadoras que supieran reaccionar ante la independencia y no conformarse, y , sobre todo, que supieron amar la soledad.
Mientras yo, muerta de frío, corría y me colaba en la estación más interesante de kilómetros a la redonda, no para huir, sino para quedarme.

2 comentarios:

familiasenelaula dijo...

me gusta un montón esto rosalía!!!
lo escribes tú todo?!

Anónimo dijo...

¿que lo estaba pensando?
¿pensando y no actuando quieres decir?

quiero conocer a princesa bacana en dibujo

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