entre el Norte y el Sur, en alguna parte.

Una mañana te despiertas y eres Sur. Eres calor, eres dorada y brillante, tienes ritmo y vibras, vibras sin quererlo. La sangre corre por tus venas y sonríes, sonríes a todo el mundo hasta gastar las encías. Tarareas y te gustan las flores, miras por la ventana y hueles a café puro, purísimo. Tus palabras riman, eres consonante, te tomas las cosas con calma y tus calcetines son amarillos, siempre amarillo chillón, y que le den a la mala suerte.

Otra mañana despiertas siendo Norte. Ahora eres frío, eres fría, misteriosa y ausente. Pausadamente estresante, te sientes apagada. Bebes leche fría concentrada en tu cuchara y cierras los ojos a la melancolía. Desganada caminas, a duras penas contestas, y te vences a ti misma. Sin comerlo ni beberlo vistes calcetines morados, pero ni siquiera te espabilan. Masticas, masticas hierbabuena y escuchas al viento, que de repente te habla del pasado, o del futuro.

Pero todo es mentira, tú eres esa línea, eres el Ecuador. Bebes café con leche y llevas un calcetín de cada color. Sonríes con los ojos cerrados y el viento te canta al oído, y sigues tarareando asonantemente. Con calma, pausada, melancólica en su justa medida y plasmando estos instantes.

Que no te estereotipen, que no te estropeen, que no te gasten ni te exploten.

Eres lo que eres, y es genial.