puedes pararte a pensar con calma en tus movimientos, en tus actos. en el sentido de tus pensamientos y las consecuencias de tus decisiones. puedes pararte a analizar los detalles de tus vivencias y decidir si merece la pena lo que haces. puedes darte cuenta de cómo la ignorancia llena las grietas de nuestras palabras, y preguntarte si acaso el tiempo nos dará las armas que necesitamos para combatir esta falta de respuestas. puede que la argumentación acabe por motivar nuestras opiniones. puede que los fundamentos racionales sean benévolos con los actos impersonales. puede, puede, puede.
puede que la certeza deje de jugar alguna vez con nuestro capacidad de compromiso social.
pero es más bien poco probable.
hasta que no tomemos conciencia de nuestra propia ignorancia, no podremos empezar a ponerle remedio a este mal de la humanidad, la peor lacra de todas las intelectuales.
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