20 de octubre de 2010

total, la nada

despierta en un rincón, con los músculos entumecidos y la consciencia tambaleandole. un sabor amargo recorre su garganta y aún tarda algunos minutos en incorporarse y comprobar que la sangre, ya reseca, cubre por entero su nariz y su cuello. se gira, inspeccionando lentamente el tugurio que le ha servido de refugio durante las últimas y vulnerables horas de su existencia, pero no lo reconoce. se mira la muñeca, intentando averiguar la hora, ya que apenas unos resquicios de luz escapan por una de las altas ventanas, pero ya no hay reloj. en su lugar, unos moratones y algo más de sangre. aprovecha y se mira de arriba abajo. normal, no se reconoce a sí misma. sólo los restos de lo que fue una chica decente, unos vaqueros gastados y una camiseta en peligro de extinción. siente un escalofrío que le recorre la espina dorsal de arriba abajo, y mira al frente de nuevo. no hay nadie, pero una corriente de aire se cuela desde los ventanucos sin cristales. intenta pronunciar su propio nombre pero se le quiebra la voz. tose, y siente un hilillo de sangre deslizándose por entre sus encías. tiene sed, mucha sed. otra mirada en derredor, más intrigante, le revela su soledad, su insalubridad, su estado físico y anímico de post-muerte moral.

ahora, de nuevo, despierta. esta vez está tapada hasta las cejas, con unas sábanas que le recuerdan el olor de almizcle y frutos secos de su infancia en caravana. ya no hay tugurio, sólo una habitación impoluta, de blancas paredes y blanco aura espiritual. tampoco recuerda cómo llegó aquí, y los huesos aún se le resienten, pero se cree a salvo. no hay frío, no hay sed, no hay moratones en la muñeca, no hay sangre seca entre los labios. este es el lugar que ella estuvo buscando tanto tiempo. esta es la segunda parada del tren de su irresponsabilidad.

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