31 de julio de 2009

él, quién es él




Piensa en él mismo. Piensa en los momentos que han enlazado su antes y después y se pregunta si fue él quién eligió todo aquello. Recorre de memoria pequeños recovecos de sus recuerdos, de memoria pues sólo son suyos, y los ha repasado demasiadas veces, de recuerdos pues ya son pasados, y sonríe asimétricamente.
Cierra los ojos para delimitar en vano sus caras, sus risas, sus palabras. Pero el vago eco de todas ellas le atormenta. Quisiera repetirlo, poder envasar al vacío ciertos instantes cruciales, pero no se percata de que es esa fugacidad la que le provoca tal gozo, y tal melancolía al evocarlos.
Tampoco se da cuenta de que esa melancolía no es la que le hace sufrir, ella sólo le recuerda su entusiasmo.
Es él mismo el que se esfuerza en pensar que nada superará a lo ya vivido, y desea paralizar sus mañanas y eternizar sus amaneceres, cuando el verdadero reto que se le plantea es vivir de tal forma que consiga superar con creces los momentos de felicidad culminante.
Que cada momento supere al anterior, que nunca sea suficiente.
Alguien le dijo que el inconformismo no era buen mentor, que se toparía con demasiadas dificultades , pero tan sólo tenía que poner en duda una vez, una sola vez tal consejo desafortunado para iniciar la aventura del progreso constructivo.
Pues inconformarse es superarse, y superarse es complacerse, que no conformarse.
Pero aún le quedan mañanas de Febrero y noches de Diciembre para escucharse, y tener el valor de caminar con ojos fijos en el infinito, y la espalda cargada de felicidad.

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